miércoles, 10 de abril de 2013

Jürgen Klopp: Más que fútbol, sentimiento; más que victoria, diversión.


Klopp (Stuttgart, 1967) es una persona cercana, un tipo afable, uno de esos que te irradia cuando habla, te hace sentir importante y te atrapa con su verborrea. El alemán se ha hecho con todos los reconocimientos del fútbol germano y no únicamente por los títulos conseguidos en estos últimos años. “Kloppo” se ha metido al aficionado en el bolsillo, no solo a los del conjunto de la cuenca del Ruhr, sino a todos los amantes de la Bundesliga – que le quieren como sustituto de Joachim Löw en la selección alemana –  y el fútbol en general. 



Llevo cuatro años siguiendo al Dortmund casi semanalmente, empecé a buscar los partidos por internet allá por 2009, los entendidos de fútbol internacional hablaban de un equipo que jugaba sin miedos, con futbolistas jóvenes que derrochaban hambre y ambición, practicaban un fútbol despreocupado, sentimental, totalmente visceral, y comencé a interesarme. Poco a poco no podía dejar una semana sin verlos, aquel equipo mostraba un hambre incesante durante los noventa y tantos minutos que durará el partido, ya fuera contra el líder o contra el último clasificado, ya fuesen perdiendo, como apabullando al rival. Aquel equipo se sacaba el corazón en cada jugada, ponían un sentimiento descomunal en cada pase, una alegría inmensa en cada error, y una ambición estratosférica en cada pelota dividida, aquel equipo enamoraba. Hay momentos en los que algo cala en ti de forma especial, y aquel Borussia de Dortmund lo hizo conmigo.

Me interese por saber quién era el director, el líder de ese fantástico equipo, y encontré a un tipo expresivo, a un tipo que apretaba los labios para que le cupiesen los dientes en la boca, pero que a cada instante no dudaba ni un ápice en soltar una carcajada que se adueñaba de todo el entorno, un tipo que achinaba los ojos mientras gesticulaba para darle más énfasis a una sonrisa que te atrapaba, un tipo que derrochaba una vitalidad que hacía que te contagiaras de sus palabras; un tipo que cautivaba. Sí, no era otro que Jürgen Klopp, y sí, fui otra víctima más de su enorme carisma y su puro sentimentalismo.


"No puedes ganar un partido sin orden y disciplina táctica, pero lo que te hace diferente son las emociones”. Evidentemente esta frase parece sacada del manual de los tópicos futbolísticos y comulga más con esa palabrería barata propia de aquellos entrenadores que dominan mucho más las facetas externas que el propio juego, pero nada más lejos de la realidad, esta frase resume a la perfección la forma de entender el fútbol que tiene el técnico del Borussia Dortmund. El alemán te atrapa con su sonrisa, te envuelve con su discurso futbolístico, te convence y te acerca con su vitalidad, tan lejana en muchos entrenadores hoy en día. 

Jürgen es de esos entrenadores que han crecido amando este deporte, entendiéndolo no solo como un juego donde hay que lograr la victoria, sino amando el sentimiento que desprende cada jugada, cada tiro al palo, cada parada, incluso cada falta. “Si 80.000 personas vienen cada dos semanas al estadio y en el campo se juega un fútbol aburrido, una de las dos partes, el equipo o los fans, tendrá que buscarse un nuevo estadio” sentenciaba el de Sttutgart. Klopp abordó el proyecto desde esta máxima, inculcó a una serie de jóvenes futbolistas que el fútbol era más que un deporte, les convenció con esa fantástica sonrisa y esa enorme vitalidad de que lo importante no solo era ganar, lo esencial era sentir, sentir las emociones, dejar fluir sobre el terreno de juego lo que el corazón disponga. Y así, con esta sensibilidad extrema el Dortmund creció, creció día a día con una manera de jugar al fútbol que se salía de cuadriculas. Los de Westfalia rompen de manera radical con esa forma tan estipulada de actuar en el rectángulo de juego y enlazan con una corriente de aparente despreocupación y alegría que termina divirtiendo.

Klopp ha logrado dar una transcendencia mediática a un club que se encontraba al borde del abismo. “El Borussia Dortmund estaba roto hace ocho años y ahora pertenece a la élite del fútbol europeo”, explica Hans-Joachim Watzke, presidente del club, cargo que ocupa desde 2005, año en el que el equipo flirteó con la quiebra. Fue Watzke quien apostó por un entrenador de segunda para levantar a un equipo hundido, buscó a un entrenador que derrochaba vitalidad, un entrenador que apostaba por un fútbol vivo, un fútbol que divertía, un fútbol que terminó enamorando. El técnico del Dortmund no solo supo lidiar con un vestuario plagado de inexperiencia y desazón, sino con un club “olvidado, desesperanzado”. Tuvo que reconstruir un equipo apagado, tuvo que vincular a los aficionados, arraigar un sentimiento en ellos, y ese fue su plan. Imprimir un sentimentalismo extremo que lograra una perfecta comunión entre el equipo y sus aficionados. “Muchos de nuestros fans recorren 800 kilómetros para vernos y vivir algo especial. Hay que ir a todo gas. Queríamos derrochar vitalidad. Preferíamos dar cinco veces en el larguero que quedarnos cuatro veces sin tirar a la portería. De esa forma era mejor perder.”




Esta visión extremadamente romántica que transmite Klopp rompe con la dinámica de un fútbol actual mecanizado y mercantilizado. Ganar es el objetivo, sí, quizás lo más importante. Apabullar al contrario, sin piedad y casi sin oposición satisface y alegra al aficionado, pero la pérdida de esa emoción acaba por aburrirle. Disfrutar con el juego, vibrar con su emoción, divertirse con el equipo es mucho más accesible para cualquiera. En este deporte, al final, ganar solo está al alcance de uno. Disfrutar, derrochar optimismo, divertirse, divertir con el juego y “emocionar” quizás esté al alcance de todos.

Alfredo León
Twitter: @fefifredo

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